El 70° aniversario de la Casa de América latina

Con ocasión de los 70 años de la Casa de América latina, el presidente de la República dio un discurso el 18 de octubre de 2016.


Discours au 70ème anniversaire de la maison de... par elysee

Sr. Presidente, estimado Alain ROUQUIE,
Señoras y señores parlamentarios, embajadoras y embajadores:

Nos sentimos muy conmovidos ahora que regresamos aquí a la Casa de América Latina: muchos recuerdos están regresando a mi mente, ahora que he subido por los primeros escalones de la Casa ─recuerdos relacionados, hablaré de ellos más adelante, con una intervención que pude hacer en nombre de François Mitterrand hace ya mucho tiempo. Recuerdos también de múltiples reuniones que pudieron celebrarse aquí, recuerdos también de magníficas exposiciones.

Hizo usted bien en recordar, señor Presidente, la historia de esta Casa. Una historia que encuentra su origen en la Resistencia y luego en la Liberación puesto que en aquel momento hay una idea que surge en el momento mismo en que Francia se reconstruye: la idea de que podría haber, aquí en París, una Casa de América Latina. Hubo ante todo la persuasión, convencer al Presidente de la República, con pioneros que se anuncian y que tienen prestigio: Etienne DENNERY el ex director de los servicios de prensa de la Francia libre, y que podía acceder al General de Gaulle con relativa facilidad; Louis PASTEUR VALLERY-RADOT, Presidente del Comité Médico de la Resistencia; Robert de BILLY, aviador, que pertenecía él mismo a la Resistencia y a quien conocí muy bien cuando él llegó a ser presidente de la Casa de América Latina; Paul RIVET, fundador del Museo del Hombre y que había pertenecido a la Resistencia desde el inicio del movimiento. Y luego, era necesario que hubiese un latinoamericano y ése fue el ex embajador de Brasil en París, Luis MARTINS de SOUSA, quien se había distinguido personalmente por haber salvado judíos durante la Ocupación y que dio en ese preciso momento un impulso al proyecto.

¿Cuál era la visión que los motivaba y cuál era la de hombres y mujeres que deseaban que la Casa de América Latina pudiera defender valores ─los que acaba usted de recordar─ y que podían unir a Francia y América Latina? Por cierto, estos principios siguen todavía teniendo validez hoy día: el respeto de la independencia, la voluntad de no ceder a las hegemonías culturales, económicas, políticas, de no caer en las divisiones de la escena internacional y afirmar una concepción de la justicia y la solidaridad.

El General de GAULLE, más tarde, fue fiel al espíritu de esta Casa de América Latina y cuando emprendió ese gran viaje ─que recuerdo con frecuencia─ de un mes, me planteo siempre esta pregunta: un mes, ¿acaso podría ser posible hoy día para el Presidente de la República? El General, por su parte, había considerado que necesario que pudiera visitar varios países: no un grupo de países pero al menos unos diez de ellos: diez que es preciso visitar. La Historia, si quiere ser precisa, debe recordar que el General de GAULLE estuvo enfermo a lo largo de todo este viaje y que sufrió verdaderamente un calvario, sin embargo, consideraba que debía llegar hasta el final: no de su tarea ─esto no estaba en tela de juicio─ sino de su intención de ir a visitar América Latina para llevar el mensaje.

Este mensaje era el de una cooperación de alto nivel entre Francia y América Latina: cooperación económica, cultural, universitaria, científica. No se trataba simplemente de hacer política, se trataba de hacer que se comprendiera que América Latina podía en cierta forma tomar sus distancias no geográficas sino políticas con respecto a Estados Unidos de América. El General de GAULLE no quería una confrontación, no quería influir en las decisiones de los países; lo que deseaba era poner de manifiesto que había una posibilidad, una libertad que se daba a los países de América Latina para decidir acerca de su destino.

En 1965, es decir, un año después de esta visita histórica del General de Gaulle a América Latina, la Casa fue instalada en los lugares actuales que conocemos, en el número 217 del Boulevard Saint-Germain. Fue una circunstancia la que hizo que esta Casa se estableciera aquí, en cualquier caso que pudiera ocupar estas instalaciones que hasta entonces habían sido la sede del Banco de Argelia el cual dependía a su vez del Banco de Francia. Eso explica que la Casa de América Latina siga todavía bajo la dependencia del Banco de Francia. Esta situación, a la vez que la protege, al mismo tiempo le crea deberes de inquilino pues es necesario pagarle al Banco de Francia. Pero fue sí como esta Casa, instalada aquí, adquirió todo su carácter, toda su dimensión, toda su influencia sobre todo porque durante este período de los años negros de las dictaduras, de las guerrillas que asolaban el continente, hacían que la Casa de América Latina se convirtiera en un refugio.

Era un período de violencia para América Latina. GARCÍA MARQUEZ lo describió brillantemente pero con palabras muy trágicas en el magnífico discurso que dio al recibir el Premio Nobel en 1982. Y es en este período cuando grandes artistas pudieron reencontrar confianza y también apoyo, solidaridad; y que hubo exiliados que pudieron encontrar una segunda patria. Porque según la palabra de Carlos Fuentes “la última patria de un latinoamericano es Francia”. Qué honor nos hace al hablar de esta manera, pronunciando estas palabras. Es cierto que cuando un latinoamericano ya no sabe a dónde ir, cuando se le ha expulsado ─como llegó a suceder─ mira hacia Francia. Fue por ello que durante todos esos años hubo una movilización excepcional aquí en esta Casa: conferencias, coloquios, apoyos, movilizaciones. Cuando las dictaduras llegaron a su fin en Argentina, en Brasil, en Chile, fue siempre en la Casa de América Latina en donde se celebró la libertad recuperada.

Los años ochenta fueron los de un nuevo impulso entre Francia y América Latina. François Mitterrand, en un célebre discurso que pronunció en Cancún el 20 de octubre de 1981, envió su saludo, el saludo de Francia a los humillados, a los inmigrantes, a los exiliados de sus propias tierras, a aquellas y aquellos a quienes se les niega el derecho de hablar, a los que se persigue, a los que se tortura y que quieren vivir y vivir libres. Y es precisamente en ese año 81, 82, cuando la Casa de América Latina padeció una grave crisis financiera. El Banco de Francia no podía aportarle su ayuda y en consecuencia, como lo hacían a menudo, los dirigentes de la Casa de América Latina de aquella época ─pienso en el señor de BILLY─ acudieron al Estado y por ende a la Presidencia de la República. Fue por ello que fui llamado ─en aquel entonces joven auditor del Tribunal de Cuentas─ para hacer una auditoría, una verificación, pero también para proponer propuestas con el fin de que la Casa de América Latina pudiera recuperar su vitalidad y sobre todo su seguridad financiera. Fue así como un plan ─no me atrevo a darle mi nombre… es algo que no me daría forzosamente mucha celebridad─ un plan de saneamiento se estableció y que la Casa de América Latina fue objeto de una refundación y de nuevo inaugurada en 1985. Su trayectoria ─y quiero aquí destacar todo el trabajo que ha sido efectuado por los sucesivos presidentes─ es ejemplar: conciertos, publicaciones, coloquios, exposiciones. Actualmente “el taller tropical” de Jean-Baptiste DEBRET, el mismo incluso que me tocó ver en Río en los Juegos Olímpicos del verano pasado.

Pero la Casa de América Latina es mucho más que un lugar cultural: es un lugar de diplomacia intelectual, personal; es aquí donde puede uno venir a sentirse libre de las obligaciones oficiales, incluso por lo que se refiere a los embajadores; es aquí donde se elaboran nuevas políticas, donde se puede reflexionar sobre nuevas alianzas, en resumidas cuentas, un lugar que vive. Y fue también y lo es todavía un lugar cultural inaudito, cuando pienso que BORGES pudo dar a conocer su obra aquí, que el mismo CORTAZAR había hecho de Francia su segunda patria y que sintió por esta Casa mucha simpatía. Podría citar muchos otros: Pablo NERUDA a quien se asoció en un momento a la dirección de la Casa de América Latina. En resumidas cuentas, se trata de un conjunto de nombres ilustres, prestigiosos, y podría citar tanto a autores franceses como autores latinoamericanos.

Yo quise entonces, a partir de 2012, que Francia pudiese estar en una relación todavía más activa con América Latina, y efectué diez viajes pero en distintas ocasiones.

Provenientes de la región, recibí en París a todos los dirigentes: quiero aquí saludar a los embajadores que los representan. En todas y cada una de esas ocasiones percibí la inmensa expectativa con respecto a Francia y me planteé esta pregunta: ¿por qué tanta admiración por nuestro país, tanta esperanza por lo que puede aportar? No se trata tan sólo de cuestiones económicas incluso si nuestras empresas desde hace varios años ─y se los agradezco─ han aumentado considerablemente sus inversiones en América Latina. No se trata tan sólo de relaciones políticas incluso si son fructíferas entre Francia y América Latina. No, se trata también porque compartimos una serie de valores, experiencias y políticas.

Francia tiene mucho que aprender de América Latina, de las sociedades diversas, con sus mestizajes, que han sido capaces de definir un vivir-juntos; tiene mucho que aprender de métodos de comercio justo que nos han llegado de América Latina; tiene mucho que comprender de lo que pueden ser las energías renovables; tiene mucho que interpretar de lo que puede ser la diversidad cultural y luego de los combates que han podido llevarse a cabo. Y ya que hablo de combate hubo uno que fue especialmente fructífero: es el que permitió lograr el Acuerdo de París. El acuerdo de París debería llamarse por cierto el Acuerdo Lima-París porque fue Perú quien recibió la COP20, la que precedió la 21, y que dio el impulso necesario, permitiendo los primeros consensos y nos abrió la vía para el éxito de la COP 21 en París. Quisimos también que pudiésemos tener con América Latina una voluntad de traducir rápidamente nuestros compromisos en términos de energías renovables, en términos de eficacia energética, de preservación del recurso forestal, del trabajo que podemos efectuar con una agricultura de calidad preservando los recursos en agua. Pusimos de manifiesto, una vez más, que teníamos un combate común.

Y Francia se encuentra todavía más unida a América Latina porque es finalmente un país de América Latina y el Caribe con Guyana, con las Antillas: nosotros estamos en América Latina, estamos en el Caribe, y debemos procurar que nuestras entidades territoriales de ultramar ─aprovecho este momento para saludar a sus representantes electos─ puedan desempeñar un papel importante en la cooperación con América Latina y, en particular, en temas que pueden ser la francofonía, la enseñanza superior, el desarrollo económico y también la lucha contra los tráficos, la seguridad transfronteriza, la promoción de la integración regional. Hay también todo aquello que se hace fuera de nuestros Estados a través de la cooperación descentralizada: aquí varios han abordado este tema porque con la semana de América Latina ha habido una voluntad de acercar no solamente a los representantes electos sino también a las entidades locales para emprender juntos proyectos en todos los ámbitos: transporte, patrimonio, turismo, salud, agricultura, educación. Es verdad que fue el Senado, bajo la autoridad de Jean-Pierre Bel junto con varios senadores, quienes se mantuvieron particularmente activos y a quienes felicito por la iniciativa de estos proyectos y por esta semana. Tenemos también una concepción común de la cultura: nuestra red cultural en América Latina es de 200 alianzas francesas que defienden nuestros valores y me complace decir que la lengua francesa es la segunda lengua extranjera de América Latina con cerca de un millón de hablantes. Es demasiado poco pero en realidad hay muchos más: muchos latinoamericanos no se declaran hablantes del francés pero lo practican muy convenientemente.

Tenemos también combates comunes ─lo decía yo─ por la paz: y quiero aquí, puesto que tengo la oportunidad de decirlo, hacer patente todo el apoyo de Francia, señor Embajador, al proceso de paz en Colombia. No se ha alterado por el resultado del referéndum. Este proceso incluso se vio impulsado por el Premio Nobel que le fue atribuido. El Presidente SANTOS tiene todo nuestro apoyo, todo nuestro respaldo para que llegue hasta el final de esta negociación que se ha llevado a cabo y que se tradujo en un acuerdo con las FARC para hacer que termine esta guerrilla que dejó tantos muertos: cientos de miles desde hace 50 años. Somos pues solidarios, la palabra es demasiado débil, nos movilizamos para que esta paz tan buscada pueda ser finalmente la paz de Colombia.

De la misma manera ─puesto que también ahí las noticias de la actualidad llegan con sus innumerables catástrofes─ una vez más Haití se ve duramente afectado como si hubiera países que debiesen una y otra vez soportar la desolación del mundo; como si fuese el tributo que debiesen pagar cada vez que hay una desgracia. En Haití debemos también, nosotros Francia, dar fe de una solidaridad ejemplar. Enviamos cierto número de elementos y medios de la seguridad civil, toneladas de materiales y hemos procurado, con medios de las Naciones Unidas, evitar la proliferación y la propagación de ciertas enfermedades: me refiero en particular al cólera.

También hemos tenido estos últimos años que aportar nuestro apoyo a la apertura de Cuba. Yo mismo viajé a Cuba y fui incluso el primer Jefe de Estado occidental en hacerlo ─ahora ya se volvió una costumbre y me siento muy feliz por ello; pero en aquel momento suscitó ciertos comentarios. Y quise hacerlo para poner claramente de manifiesto que Cuba era en una voluntad afirmada de dejar atrás el pasado, de abrirse al mundo y que Cuba no podía soportar más este embargo que hace tanto sufrir al pueblo y que ya no tiene ningún interés en la actualidad. Una vez más debemos desear todos que con motivo de este setenta aniversario este castigo, este embargo contra el pueblo cubano pueda por fin levantarse.

Tenemos también preocupaciones, y quiero compartirlas con ustedes, con relación a lo que sucede en Venezuela pero sé que habrá la movilización de todos los países vecinos para que el espíritu de diálogo pueda triunfar. De la misma manera en Brasil, hemos estado atentos a los acontecimientos y tenemos confianza en las instituciones, la democracia brasileña; para que haya ahí también una salida a esta larga crisis y que Brasil, gran país amigo, pueda lograr el desarrollo que esperamos todos.

Esto es señoras y señores lo que deseaba recordar. La Casa de América Latina ha sido el marco de tantas esperanzas, tantas expectativas a tal punto que cada vez que la izquierda francesa tenía que celebrar una elección ─no quiero aquí hablar sólo del pasado y no decir que una cita se acerca, ya lo veremos─ pero cada vez que había una victoria que celebrar, siempre era aquí en donde se hacía. Podrían darse varias explicaciones: la primera es que el Partido Socialista tenía su sede al lado…pero no es la buena. La verdadera explicación es porque es un lugar de cultura, es un lugar de fiesta, es un lugar además excepcional con notables salones, con un jardín magnífico y que da siempre algo que soñar, algo que esperar. Esta es la razón por la cual la cultura tiene aquí un lugar tan especial: la cultura que podemos admirar en el Grand Palais actualmente con una gran exposición sobre el arte mexicano, y que hemos querido que 2017 sea el año cruzado Francia-Colombia. Aquí hay también una exposición espléndida y sé que jóvenes o menos jóvenes escultores están dispuestos a afrontar todos los retos. Por eso era tan importante que pudiera venir como Presidente de la República a celebrar esta Casa, esta Casa de la libertad, esta Casa de la cultura, esta Casa de la emancipación, esta Casa en donde Francia y América Latina se encuentran para comulgar en la misma esperanza.

Para terminar, quiero retomar un mensaje: el que Yves Bonnefoy, quien desafortunadamente desapareció este año, había escrito para rendir homenaje a la lengua española. Decía: “los poetas y los escritores de América Latina nunca han dejado de poner grandes palabras al servicio de la Humanidad, por la justicia social, por la protección del medio ambiente” como si las palabras de la esperanza se escribieran en español confirmando así que invención poética y preocupación de la sociedad son la misma cosa. Y es que es así: esto es lo que representa la Casa de América Latina, el lugar donde las culturas dialogan, en donde el amor por las letras, las ideas, las creaciones está al servicio de la amistad entre Francia y América Latina. La Casa es joven, cumple 70 años, y tiene una larga vida por delante y sólo puedo desear que los Presidentes de la República sucesivos vengan con regularidad ante las instancias de la Casa de América Latina para decir que si no estuviesen ustedes ahí, Francia no habría cumplido su deber con respecto a América Latina. Pero sobre todo América Latina no tendría esta segunda patria… aquí en Francia.

publié le 21/10/2016

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